Artículos Colaboraciones

Ernesto Sábato: ¿posmodernidad o anacronismo?

Por Héctor Manuel Gutiérrez

Ernesto Sábato y los remanentes de la post-modernidad

La post-modernidad es un término que trata de delimitar la tendencia a desafiar aquellos principios de seudo seguridad y equilibrio que se proclamaban durante su «predecesora,» la llamada modernidad. Es un término que abraza el conjunto de ideas y teorías contradictorias que plantearon varios teóricos y pensadores a mediados de la pasada centuria. En una serie de tres artículos, Héctor Manuel Gutiérrez enfoca la repercusión de las sentencias y predicciones del renombrado escritor argentino Ernesto Sábato, tal y como lo reflejan los «vasos comunicantes» de sus novelas y ensayos, ante la inminencia de los hechos que moldean la neo-definición de la sociedad contemporánea de principios del siglo XXI.  Este es el último ensayo analítico de la trilogía. Su publicación conmemora el natalicio del prominente escritor y pensador argentino. El 24 de junio habría de cumplir 105 años.

Ernesto Sábato: ¿posmodernidad o anacronismo?

Nuestra cultura está mostrando signos inequívocos de la proximidad de su fin.  Sin tregua se ve obligada a reinventar noticias, modas o nuevas variantes, porque nada de lo que extrae de sí es perdurable, fecundo o sanante. Como cuando un enfermo está muy grave y el médico le receta algo nuevo cada día y la familia, en su desesperación, cambia de médico y de tratamientos.  Así nos está pasando, confundimos noticia con novedad.

La resistencia

La resistenciaErnesto Sábato ha evidenciado, tanto en sus novelas como en sus ensayos, la producción de diversas reflexiones ejemplares sobre la noción de la humanidad, tratando de explicar su búsqueda de nuevas alternativas al predominio de modelos del pasado que evidentemente se hayan en proceso de deterioro; mientras tanto, el potencial de esos modelos para mantenerse a sí mismos es insostenible.  Pero teniendo en cuenta sus ponderaciones, a veces acerbas y nihilistas, a veces tajantes y sin embargo implícitamente optimistas, se podría argüir que existe un Sábato atemporal perdido en sus propios dejos de soledad. Podría también preguntarse si son suficientes el afán inquisidor y la necesidad de discernir para incluirlo a este escritor en la llamada posmodernidad.

Persiguiendo el propósito de dilucidar estas y otras preguntas, en el presente acápite podemos iniciar un sondeo de su discurso, inclinándonos más hacia su ensayística.  Sábato ya había dicho unas décadas atrás:

Y de esta forma la modernidad llevó a cabo una siniestra paradoja, pues el hombre logró la conquista del mundo material a costa de su propia cosificación.  Empujado por los objetos, títere de la misma circunstancia que había contribuido a crear, dejó de ser libre y concreto para volverse tan determinado y abstracto como sus instrumentos.  En esta caída del ser ganó el mundo pero se perdió a sí mismo. (Apologías, 126-127)

En un juego irónico de la realidad, los últimos dos siglos, particular y terriblemente el siglo XX, son testigos de lúcidas fenomenologías del discurrir crónico de una profunda crisis que aqueja a la humanidad, a juzgar por el número alarmante de ponencias teóricas  que se ha producido. Usualmente lindantes en lo filosófico, estos planteamientos tratan de explicar con argumentos persuasivos las consecuencias que proyectan el deterioro o el progreso  ––según el punto de vista –– que observamos en el desarrollo de la modernidad, como presagiaran Kierkegaard.[1]  Esta urgencia en especular en las consecuencias de la acción del hombre en un estado de cosas sin paralelos en la historia, parece confirmar las no tan precarias predicciones de Sábato.  Desde Aquella oscuridad metafórica de El túnel, Sábato ya se hacía eco de estas repercusiones:

A través de la ventanita de mi calabozo vi cómo nacía un nuevo día con un cielo ya sin nubes.  Pensé que muchos hombres y mujeres comenzarían a despertarse y luego tomarían el desayuno y leerían el diario e irían a la oficina, o darían de comer a los chicos o al gato, o comentarían el film de la noche anterior.  Sentí que una caverna negra se iba agrandando dentro de mi cuerpo. (164)

La metáfora sabatiana transportada por el monólogo de oscura soledad en que se sumerge el personaje Pablo Castel en su contraste literario, establece un irónico paralelismo con lo que acontecía en el campo de la nueva filosofía.  La creación del mundo narrativo sartriano, siempre acompañado por las intervenciones ensayísticas fuera e inclusive dentro del imaginario de su trilogía[2], se correspondía con  la eventualidad de las numerosas teorías renovadoras que surgieron de los focos intelectuales europeos y norteamericanos.  Mientras Sábato elaboraba los componentes que la necesidad de su propia poética le dictaba, en aquellos núcleos se gestaba la interminable dialéctica que contrapone los conceptos “modernidad” y “posmodernidad”, esta última concebida unas veces como solución o resolución a la problemática, otras ––las más– vista como consecuencia trágica de la primera.  Lo que significa, quizás podemos inferir, que en el peor de los casos, a finales de siglo y principios del siguiente, emerge, como consecuencia de los axiomas de aquellas teorías de la nueva filosofía y sus ramificaciones filológicas, estéticas, sociológicas y en última instancia académicas, una general actitud revisionista en el caótico e inmanente panorama que ese estadio de cosas a que alude Sábato ofrece.  Resulta interesante constatar además que el debate de los “valores tradicionales” versus el “progresismo” renace en un lapso relativamente corto, en los axiomas teóricos de los nuevos filósofos:

Sabato libroAsí nos encontramos con un primer y segundo Heidegger, Wittgenstein y Horkheimer, en los que las diferencias entre dos etapas son tan profundas que en absoluto resulta descabellada la suposición ––que alguna vez ha llegado a ser formulada en exámenes de principiantes –– de que se trata en cada caso de dos hermanos que no se llevaban bien” (Javier Hernández Pacheco 53)[3]

El analista sugiere con explicaciones bien fundamentadas, que este dato anecdótico se traduce en una confirmación de que la gravedad de la situación exige una constante y rápida visita a las especulaciones del humanismo racionalista.  Para bien o para mal, en el corto lapso de un par de décadas éstas se hacen obsoletas, como lo demuestra la praxis, para luego caer y recaer en una serie de crisis: todo esto en nombre de una modernidad que caduca, condición ya prevista por Sábato en sus dos primeros libros.

Pero, ¿qué indicios tenemos de que, por lo menos en la teoría, se ha superado la etapa moderna?  Es evidente ––y ya vimos que lo había anunciado Sábato en su reacción al racionalismo científico en Uno y el Universo –– que el rápido cambio tecnológico, que incluye el avance de las telecomunicaciones y el universo de las computadoras ha impactado la vida en muchos aspectos, incluyendo los culturales.  Se manifiesta también un auge de los movimientos sociales, particularmente los relacionados con los problemas raciales, étnicos, ecológicos y de género.  En el campo de las teorías estéticas, el término postmodernista es una especie de canasta donde se acomodan multitud de conceptos encapuchados en un tono de debate.   La postmodernidad se convierte entonces, si se nos permite la metáfora, en un espacio comunicativo donde entran en juego ciertas reglas de producción o de fruición donde “todo cabe” y aun la falta de justificación es válida. Todo esto en el nombre de la demolición de los fundamentos del valor de la verdad o de la mentira que el canon estableció y mantuvo por siglos.  En el aspecto de la sociología, como  drástico contraste, todavía se observa el paso lento de los países tercermundistas ––eufemísticamente llamados en desarrollo–– entre los cuales se cuenta gran parte de Latinoamérica.  La América Latina es un mundo dolorosamente aparte donde, de acuerdo con las observaciones de Sábato, las contradicciones de la convivencia atemporal de lo prehistórico con lo actual y lo futurista lo hacen un microcosmos del desbalance universal que ha provocado el hombre.  Este detalle coincide con las observaciones de David Lyon cuando afirma que: “la modernidad es intrínsecamente globalizadora y esto resulta evidente en algunas de las características más esenciales de las instituciones modernas, en las que particularmente se incluyen sus condiciones de desanclaje e índole reflexiva.” (67)  Ese “desanclaje” a que alguna vez aludiera tantas veces Giddens y que con otro nombre enfocara Sábato en su conceptualización de la novela total, y  que analizáramos anteriormente, continúa siendo una mortificación existencial para Sábato. Su preocupación se manifiesta también, con esa cualidad reflexiva que lo caracteriza, una y otra vez en sus ensayos, en su afán de reafirmar  la génesis de la problemática en los preceptos engañosos del antropocentrismo moderno:

He ahí el final de aquel prometeo renacentista.  Porque, como bien afirma Berdyaeff,[4] el Renacimiento fue un movimiento individualista que terminó en la masificación, un naturalismo que concluyó en maquinismo, y un impulso humanista que originó la deshumanización.  Tres aspectos de una sola y gigantesca paradoja: “la deshumanización de la humanidad”. (Apologías, 127)

En esta fragmentación o desanclaje abunda también el testimonio de varios cambios sociales y culturales que se producen a finales del siglo XX en muchas sociedades avanzadas.  Sábato hace alusión una vez más y con tono obsesivo, a esta debacle:

Aquellas advertencias no sólo no fueron escuchadas, sino que además fueron burladas por la prepotencia racionalista.  Guerras mundiales, terribles dictaduras de izquierda y de derecha, suicidios en masa, resurgimiento de neo-nazismos, aumento de la criminalidad infantil, profunda depresión.  Todo corrobora que en el interior de los Tiempos Modernos, fervorosamente alabados, se estaba gestando un monstruo de tres cabezas: el racionalismo, el materialismo y el individualismo.  Y esa criatura que con orgullo hemos ayudado a engendrar, ha comenzado a devorarse a sí misma.[5] (Antes del fin, 105)

Digamos que en la praxis este fenómeno se registra paralelamente y en contraposición al deterioro evidente, entre otras causas o razones. Entre las causas, evidentes en un sinnúmero de estudios sociales,  está el abandono masivo de los núcleos de producción hacia las zonas urbanas o la inmigración, también masiva, de individuos que desplazan la mano de obra que tradicionalmente aportaba la clase obrera.  Este fenómeno ha alcanzado dimensiones alarmantes con la nueva ideología de la globalización o mundialización, término muy usado por el economista egipcio Samir Amín.

Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato.
Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato

Cabe a esta altura de nuestro enfoque, hacer un análisis de la repetida mención del vocablo “materialista”.  Dentro del marco de las revisiones a que hacíamos alusión, Max Horkheimer[6] propone trascender la descalificación que las diferentes posiciones ideológicas ya han aceptado con relación a la tantas veces usada locución “materialismo”.  Originalmente connotado a «avaricia», «vil metal», etc. ––en los contextos bíblicos y marxistas por igual ––, el concepto adquiere un matiz más específico a la luz de esas revisiones. Esta nueva conceptualización es más evidente cuando se intenta analizar el móvil de la deteriorada mentalidad de nuestro tiempo, que consiste, de acuerdo con los preceptos de Carl Marx, en convertir los “medios en fines” y donde el giro infiere otra connotación.  Ese es el materialismo a que se alude aquí, el término que en definitiva fue concebido de acuerdo con las costumbres de la sociedad industrial que, discutiblemente, es el entorno que hace posible la concepción de Das Kapital.  Esto lo resalta de manera anecdótica  Hernández Pacheco.  Citando a Horkheimer, dice que la relevancia del materialismo “está en el contrasentido de valorar como definitivas cosas que sirven para algo, es decir, que no lo son”. (68)   El analista  expone como ejemplo, el hecho de anteponer un individuo la adquisición de un auto o un refrigerador por encima de la adquisición de la educación para sus niños.  En este ejemplo trivial pero eficaz, la educación no sería una meta materialista sólo por el hecho de que el objeto ––los hijos –– que no tienen otro valor que el de ser disfrutados y queridos por el padre, sean más concretos en los bloques del espacio y el tiempo que ocupan el auto o el frigorífico, si lo vemos desde una perspectiva metafísica, ya que “en la medida en que la razón industrial sólo valora lo material, en el sentido expuesto, está vendiendo de saldo la fuente de todo valor, y el resultado es un universal empobrecimiento del mundo. (68)

Las implicaciones de la situación que ilustra Hernández Pacheco son obviamente sociológicas, pero esta condición no le resta validez al ejemplo.  Y el propio Sábato así lo muestra en los libros publicados ya en su madurez cronológica, como Antes del fin, La resistencia y España en los diarios de mi vejez, donde se desnuda y nos habla en un tono más humano, que algunos críticos han tildado de conservador. En su nueva actitud discursiva pareciera que el valor literal de las palabras, en un esfuerzo humanista del autor, contradictoriamente son más efectivas, más hábiles en su sencillez, esta vez aparente y arbitrariamente despojadas de toda intención estética, para mejor apelar a la conciencia del lector:

Al parecer, la dignidad de la vida humana no estaba prevista en el plan de globalización,  La angustia es lo único que ha alcanzado niveles nunca vistos.  Es un mundo que vive en la perversidad, donde unos pocos contabilizan sus logros sobre la amputación de la vida de la inmensa mayoría.  Se ha hecho creer a algún pobre diablo que pertenece al Primer Mundo por acceder a los innumerables productos de un supermercado.  Y mientras aquel pobre infeliz duerme tranquilo, encerrado en su fortaleza de aparatos y cachivaches, miles de familias deben sobrevivir con un dólar diario. Son millones los excluidos del gran banquete de los economicistas. (Antes del fin, 109)

De hecho, podríamos abogar ante este nuevo tono sociológico que ahora posee el discurso de Sábato, que la definición del nuevo estado de cosas se fundamenta en factores estrechamente afines al campo de la filosofía; así lo han expuesto algunos de los teóricos que inciden en el concepto que proclama el alarmante deterioro de la humanidad y sus principios, aunque la idea haya trascendido al terreno de la economía y aun la estética, como sugiere esta cita de Anthony Gidden[7]:

El término «posmodernidad» es frecuentemente utilizado como sinónimo de postmodernismo, sociedad postindustrial, etc. Aunque la idea de sociedad postindustrial, tal como ha sido elaborada por Daniel Bell,[8] ha quedado bien explicada, los otros dos conceptos mencionados más arriba, ciertamente no han corrido igual suerte. El postmodernismo, si es que quiere decir algo, será mejor referirlo a estilos o movimientos de la literatura, la pintura, artes plásticas y la arquitectura.  Concierne a aspectos de reflexión estética sobre la naturaleza de la modernidad,” (52)

Saúl Yurkievich (1996), aporta su definición “postmoderna” del término, que, como infiere su discurso, no es más que una dependencia nominal de “su genitor”, en este caso la modernidad.  Observamos en esa conceptualización una “mudanza”, como infiere el crítico argentino, del vocablo “moderno”, que nace originalmente en la disciplina de la arquitectura hacia la década de los setenta:

Portada Antes del FinEn las postrimerías del siglo XX, el postmodern restablece el sincretismo estilítico que reinó a fines del XIX, reanuda con un arte misceláneo que gusta de lo suntuario y de lo teatral, adopta de nuevo el popurrí que le permite recuperar notorios y característicos rasgos de pasados ilustres.  Descree de cualquier ortodoxia, depone toda sistemática, renuncia a preceptivas canónicas; quiere individuar la obra, acentuar lo personal y fantasioso, por eso revindica una libertad imbuida de subjetividad. (12)

En esta bifurcación donde confluyen elementos socioeconómicos y artísticos, nos atrevemos a insinuar, encaja muy bien esa dicotomía que acabábamos de re-señalar en el discurso de Sábato.  Es aquí donde emerge no ya al artista o el filósofo que proyectaba el binomio esteticista-eticista que utilizamos en otra parte de nuestro estudio: estamos ya participando de una transformación que nos permite observar un énfasis lírico, si se puede, donde la poética del autor nos revela no sólo al artista moldeado por aquel doble juego de lo ético y lo estético, sino también y ante todo, Sábato el hombre. Podríamos agregar entonces, tras la realización de este sencillo fenómeno epifánico, que la posmodernidad se delimita más que nada en la dificultad de definirla, precisamente por la diversidad de elementos de que se alimenta.  En la descripción tendríamos que tener en cuenta factores de análisis económico-sociales, alguna síntesis de rasgos culturales, más la fluctuación de elementos político-ideológicos.

 Considerando estas observaciones, nos queda ahora determinar qué prevalece o trasciende en la intencionalidad del escritor. ¿Nos insinúa esa trasformación que acabamos de analizar que el autor se ha enfrascado en una especie de congelación preceptiva?  Quizás, diría el lector, esta observación no encaja en la conceptualización ambigua –––– y efímera[9] de la postmodernidad.  O ¿existe en Sábato una nueva naturaleza liberal, ecuménica y multi conceptual provocada por esa soledad que todavía lo “acompaña”?

Tal vez, podría también inferirse en esta trascendental disyuntiva, es esa condición que provocan los dejos de soledad sabatiana lo que realmente lo define. Estos dejos de soledad, concluimos, se salen del entorno interior, familiar y argentino para acomodarse en lo universal, condición que le permite albergarse, como ha insinuado más de un crítico, en una especie de existencialismo humanista.   Esta opción, al modo de ver de muchos, le asegura a Sábato un lugar de importancia en el incierto y desesperanzado espacio temporal que le tocó vivir, independientemente del fenómeno circunstancial de las nuevas coordenadas teóricas que están tan de moda.  Y en cuanto a las etiquetas, podemos imputar, al calor de esas imposiciones, que por el auge de las interpretaciones que diariamente logran publicarse y renovarse, éstas pueden con el uso y el desuso, ser tan anacrónicas y a-postmodernistas como las mismas motivaciones críticas que tratan de ubicar o desubicar al autor.

Lista de referencias

  • Adorno, Theodore W. Crítica cultural y sociedad. Barcelona: Ediciones Ariel, 1969.
  • Bell, Daniel.  Advenimiento de La Sociedad Post-Industria. Madrid: Alianza Editorial, 1973
  • Berdiaeff, Nicolas.  Christian Existencialism: A Berdyaev Synthesis.  Selected and  translated by Donald A. Lowrie. New York: Harper and Row, 1965.
  • Solitude and society. London: The Centenary Press, 1947.
  •  The Fate of Man in the Modern World. Ciudad sin especificar: University of Michigan Press, 1961
  • The Russian Idea. Westport: Greenwood Press, 1979.
  • Giddens, Anthony. Consecuencias de la modernidad.     Madrid: Alianza Editorial, 1999.
  • Hernández-Pacheco, Javier. Corrientes actuales de filosofía: La Escuela de Francfort,  La filosofía hermenéutica. Madrid: Editorial Tecnos, 1996.
  • Horkheimer, Max, and Theodore W. Adorno. Dialectic of Enlightenment: Philosophical Fragments. Stanford: Stanford University Press, 2002.
  •  Sábato, Ernesto. Abaddón el exterminador. Barcelona: Seix Barral, 1992.
  • Apologías y rechazos.  Barcelona: Seix Barral, 1981.
  •  “Anotaciones sobre la crisis occidental y la desmitificación.”
  •  Historia y diversidad de las culturas. Barcelona: Ediciones del Serbal, 1984.
  •  Antes del fin.   Barcelona: Seix Barral, 1999.
  • .La Resistencia.    Barcelona: Seix Barral, 2000.
  • Yurkievich, Saúl. La movediza modernidad.   Madrid: Santillana, 1996.

[1] Aunque desde ángulos diferentes, tanto Kierkegaard como Nietzsche claman una crisis de valores en la sociedad.

[2]  El túnel, Sobre héroes y tumbas y Abbadón el exterminaddor.

[3]Corrientes actuales de filosofía: La Escuela de Francfort, La filosofía hermenéutica, 1996.

[4] Nicolás Berdyaff (1874-1948).  Las ideas del filósofo ruso tienen mucho que ver con los planteamientos de Sábato, que se inclinan hacia una opción existencialista más moderada.

[5] Su compatriota Albino Gómez, en un lúcido y lúdico acercamiento contrapone el posmodernismo al impacto mayormente negativo de los sustantivos y epítetos definidores del siglo XX: contradictorio e inconstante; modernista, surrealista, cubista, liberal, keynesiano, marxista, existencialista, guerrillero, posmoderno, guerras calientes y Guerra Fría, Psicoanálisis, nacionalismo irracional, racismo devastador, totalitario y democrático, revolucionario y conservador, progresista y retrógrado, ambigüedad, miedo, mutabilidad e incertidumbre. “La Era del desencanto”. http://www.revistadaphne.com.ar/sociedad/eradesencanto.html.

[6] 1895-1973, como miembro de la Escuela de Francfurt, además de sus contribuciones al desarrollo de la filosofía del siglo XX, ha hecho valiosos aportes a la teoría literaria.  Co-escribió con Theodor  W. Adorno el libro Dialéctica de la Ilustración, Introducción y traducción en español de Juan José Sánchez, 1998.

[7] Consecuencias de la modernidad, Alianza Editorial, 1999.  Es muy común encontrar los trabajos de este tipo de investigadores traducidos ya al español.  De hecho, la inmensa mayoría son traducciones, lo que puede significar que el fenómeno de la postmodernidad sea también una moda nacida de la gestación europea y norteamericana que produjo tantas teorías literarias, lingüísticas, filosóficas, etc., con frecuencia concebidas en combinación con más de una disciplina.  Más adelante ya nos referiremos a algunas de esas teorías.

[8] Advenimiento de La Sociedad Post-Industria, 1973.

[9] O ecléctica como sugiere Yurkievich.

Hector
El autor Héctor Manuel Gutiérrez escucha atento a preguntas formuladas durante la presentación de la primera edición de su libro Cuarentenas, XXXVII Feria Internacional del libro, Buenos Aires, abril de 2011.

Sobre el autor:

La obra literaria de Héctor Manuel Gutiérrez, Miami, Florida, la forman, en buena parte, sus ensayos, aunque muchos de ellos permanecen inéditos. Ha realizado trabajos de investigación periodística y contribuido para revistas de arte y música tales como Latin Beat Magazine, Latino Stuff Review y Nagari. Ha sido reportero independiente para los servicios de “Enfoque Nacional”, “Panorama Hispano” y “Latin American News Service” en la cadena radial National Public Radio [NPR]. Por tres décadas se ha dedicado a la enseñanza del castellano. Funge como lector oficial y consultor de la división Exámenes de Colocación Avanzada en Literatura y Cultura Hispánicas en College Board. Cursó estudios de lenguas romances y música en City University of New York [CUNY]. Obtuvo su maestría en español y doctorado en filosofía y letras hispánicas de la Universidad Internacional de la Florida [FIU]