Primera Plana

Poeta por instinto: poesía para salvaguardar al hombre de las sombras

La periodista, escritora y poeta mexicana Juana Amada Hernández Velázquez resultó ganadora del I Certamen Internacional de Poesía Luis Alberto Ambroggio 2017 con su obra El idioma de las luces, su primer poemario, donde explora todo aquello oculto en la penumbra, buscando el significado de la vida y de las voces que desnudan al lenguaje, constatando así nuestra propia humanidad. En cada verso Juana Amada revela la fuerza de la vida como una maquinaria simple que a nuestra razón resulta compleja. En sus líneas hay una posibilidad de que el lector intente recordar lo que ha sido siempre, desde el principio del tiempo.

Por Evelyn Navas @ecnaproasesoria

Juana Amada Hernández Velázquez nació en Tamaulipas, México. A sus 34 años se considera poeta y narradora. Es periodista de profesión como Licenciada en Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Tamaulipas y en su haber destaca su paso como encargada del área de Comunicación Social en la Secretaría de Marina de la Armada de México. Sus reportajes y entrevistas han sido publicados en diferentes medios de su país natal. Sus poemas y cuentos han aparecido en varias revistas literarias electrónicas de España (Ariadna – RC 2008 y Efory Atocha 2009) y Estados Unidos (La zorra y el cuervo 2008) y en otras de literatura impresa como Cirrosis (2013). Ha vivido en Estados Unidos y en estos momentos está radicada en Playa del Carmen, Quintana Roo, México.

Conversamos con ella para la revista Poetas&EscritoresMiami, a propósito de recibir el reconocimiento como ganadora del I Certamen Internacional de Poesía Luis Alberto Ambroggio 2017 que otorga la Hispanic Heritage Literature Organization (HHLO) / Milibrohispano.org.

Como tantos niños mexicanos, nacida en un hogar humilde, de padres dedicados al trabajo honesto, Juana Amada encontró su razón para progresar a través de colaborar con ellos. Antes de los cinco años se subía al mostrador trepada en una silla para vender discos de acetato junto a su mamá, recorriendo los mercados de su ciudad natal. Allí descubrió que el trabajo es como un acto reflejo semejante a la respiración:

“Aprendí que sin importar lo que hagas, el trabajo importante es aquel que te conduce a dónde quieres ir. Mi padre trabajó de chofer para estar cerca de la mecánica que es su pasión. Mi madre ha comerciado con casetes y cd´s para estar cerca de la música, pero para llegar a eso tuvo que hacer muchas cosas antes: ser costurera y pastelera. La gran ventaja de la literatura es que se asoma en todas partes.

Estudié Comunicación en la Universidad Autónoma porque era lo que más me acercaba al lenguaje y estaba dentro de las posibilidades, una carrera por cierto subvalorada, derivado de los motivos de muchos de quiénes se acercan a ella. La importancia de tener buenos comunicadores sociales, periodistas comprometidos no ha sido comprendida por la sociedad moderna en general, hablando de México, pero también de América Latina. Se vive idolatrando a medios de comunicación parciales y personajes absurdos creados para la distracción y el vacío. Mientras la información se convierte en una competencia de redes sociales que provoca ceguera más que lucidez”.

Su interés por la literatura y la poesía nació en ese hogar donde la escasa educación de sus padres no fue un obstáculo para motivar a sus hijos a realizar sus destinos:

“Mi padre estudió hasta segundo grado de secundaria. Mi madre hasta tercer grado de primaria. Pero sus orígenes de carencia económica no los condujo a lo obvio, de ellos aprendí que la educación se alimenta del anhelo. Nos dieron educación profesional a todos, mi hermano –por ejemplo- es Doctor en Biotecnología e Investigador de la Universidad de Cuernavaca en Morelos.

En casa había una biblioteca bastante nutrida para el entorno en el que vivíamos. Yo abría los libros y miraba las letras sin entender lo que decían. En ese momento yo no llegaba a los cinco años y les pedía que me leyeran, pero mis padres trabajaban mucho y mis hermanos tenían ya sus propios rumbos. A esa edad me correspondía ir al kínder, pero recuerdo que me negaba porque me aburría tener que recortar y pintar. Mi madre me dice que pensaba que no me iba a gustar estudiar, pero insistí para que me inscribiera en el siguiente grado escolar, hasta que me consiguieron una oportunidad en una escuela del pueblo en el que crecí. Me dieron de plazo un mes para aprender a leer y escribir de lo contrario no me podrían aceptar hasta cumplir la edad reglamentaria de 6 años. Lo conseguí.

El primer libro que leí completo de la biblioteca de mi casa fue La vuelta al mundo en 80 días de Julio Verne. Creo que convertirme en poeta se lo debo al instinto. Estoy muy lejos de los grandes escritores, pero cada vez que leo a uno lo identifico desde la primera línea porque no se pueden fabricar, para hacer literatura no basta con quererlo. Por eso la literatura es tan cruel en su franqueza.

Pero el significado verdadero de la literatura me ayudó a encontrarlo mi esposo, me acercó de manera diferente, lo que antes era presentimiento se volvió realidad. Y luego leer para encontrar a John Cheever, José Luis Sampedro, Orhan Pamuk, Silvia Plath, Richard Yates, Graham Greene, Charles Bukoswki, Henry Miller, entre otros”.

Juana Amada Hernández considera a la poesía como el más honesto y noble de los oficios:

“Toda la humanidad se puede contener en un verso. Es la huella. La poesía es el crimen y el arma. He tenido la fortuna de conocer a verdaderos poetas, mi esposo es uno de ellos, Raúl Ortega Alfonso, Elena Tamargo, Osvaldo Navarro y Carlos A. Díaz Barrios, por mencionar algunos.

Creo que la vida sobrevive porque los poetas comparten su pena. Y muchos de ellos desde las sombras no dejan que su voz se silencie. Cada vez se requiere mayor esfuerzo para reconocer a los poetas porque el mundo se confunde con las luces”.

Para Juana Amada es imposible vivir sin poesía porque es uno de los salvavidas que mantiene a flote al hombre:

“No se puede vivir con ceguera o negación, por lo que el poeta hace el trabajo sucio, destapa la podredumbre, pero ante todo siempre homenajea lo que nos salva. Los poetas dicen lo que nadie quiere decir y ven lo que pocos quieren ver”.

A través de Ignacio Manuel Altamirano, escritor mexicano, recibió esa impronta que deja la literatura en quienes se dedican a ella y lo hizo con gracia cuando estaba en su etapa escolar. Luego le seguirían: Octavio Paz, Carlos Pellicer, Rafael Cadenas, Carlos A. Díaz Barrios, Ángel Escobar, Raúl Ortega Alfonso, Roberto Juarroz, Antonio Colinas, Virgilio Piñera, Ricardo Piglia y Antonio Ortuño, por nombrar algunos.

Crédito Fotográfico: Ena LaPitu Columbié

Juana Amada Hernández reconoce que participó en la convocatoria del I Certamen Internacional de Poesía Luis Alberto Ambroggio por la Hispanic Heritage Literature Organization/Milibrohispano.org por el mérito que tiene el esfuerzo de una organización para que prevalezca la palabra, un hecho que guarda valentía:

“Es muy importante que la publicación de mi poemario se haga en homenaje a un poeta. Luis Alberto Ambroggio es además un escritor que ha defendido la cultura y el idioma con convicción, por lo que es un honor tener un reconocimiento que lleva su nombre. Conseguir un premio cuando eres poeta se logra con perseverancia. Siempre está a prueba el interés genuino en lo que haces. Esto lo aprendí de mi esposo que es poeta también”.

Su poemario El idioma de las luces nace del hecho de que para ella  la poesía es instinto:

El idioma de las luces contiene los primeros poemas que compilé en un libro, los escribí durante los años que radiqué en Estados Unidos y los primeros a mi regreso a México”. Años que en vivió etapas que considera importantes y diferentes como la inmigración, el inicio de su relación de pareja, el nacimiento de su hija: “Fue como si el tiempo me estuviera esperando. Pero el tiempo nunca espera, solo engaña”.

El público que se acerque a su libro publicado por Mi Libro Hispano podrá adueñarse de sus poemas:

“Creo que la poesía es de quien la lee, por lo que solo espero que alguien encuentre en alguno de mis versos aquello que pensó extinto. Que alguien descubra que las voces son manos que desnudan al lenguaje y que este es la mayor prueba de humanidad que podemos tener.

Al final, la vida es una máquina simple, lo ha sido desde el principio de los tiempos, solo hemos complicado el entendimiento y la poesía es esa polea o esa cuña que le ayuda a incrementar su fuerza. El idioma de las luces es en parte eso, un intento para recordarlo”.

El poema que da título al libro habla de su primera experiencia como madre:

“Lo escribí en una madrugada mientras amamantaba y pensaba en el significado de todo lo que no se ve, de todo lo que se olvida con el tiempo, pero que, al ser el principio de todo es lo que nos define ya sea como cuerpos o como mentes.

La maternidad te vuelve una isla y en ese espacio tan reducido solo puedes conservar lo que realmente quieres. El significado de las cosas como antes las conocías desaparece y te enfrentas todos los días con un espejo en el que no siempre es agradable mirarte.

Un título que nace de analizar que no hay luz sin sombra. Creo que lo verdadero nos habla en un lenguaje poco conocido, al final nos corresponde interpretar ese juego de luces y sombras que lo muestra todo y lo oculta todo”.

Como escritora Juana Amada Hernández se acerca también desde la poesía, explorando más profundamente sus vivencias, razonamientos y deseos.

“Los cuentos te dan muchas licencias. Permiten mezclar realidad y ficción, y muchas veces no sabes dónde inician o terminan, pueden llegar a convencerte de irrealidades o hacerte dudar acerca de la verdad. Cuando leí a Clarice Lispector entendí que los cuentos son tan meritorios como una novela, la simplicidad de contar una escena y entender tanto de lo que no se dice.

Empecé a escribirlos ante mi necesidad de contar historias más largas. En un poema hablas en código, en un cuento descifras un código. En mi libro de cuentos inédito El desayuno de la memoria está el testimonio de muchos de mis descubrimientos a partir de que empecé a escribir”.

Su paso por Estados Unidos le permitió indagar y valorar el hecho de ser latinoamericana. ¿Qué ha aprendido a valorar?

“La fortaleza, porque hemos sido despojados de muchas cosas. Ser latinoamericano en muchos sentidos es ser exiliado. Los que no hemos tenido que salir de nuestros países de origen por necesidad, renunciamos desde nuestro propio sitio a otras tantas cosas como seguridad, respeto o libertad.

Al crecer en un pueblo y tener que emigrar para poder seguir estudiando, aprendí que el exilio es una condición inherente al ser humano en nuestra cultura. He vivido en dos países: México y Estados Unidos y en seis ciudades, y en todos los lugares encuentro que pese a cualquier situación los latinoamericanos nos negamos a la extinción. Tal vez se deba a la nostalgia de querer regresar al lugar que dejamos, pero una vez que abandonamos un sitio nos volvemos extranjeros y viajeros permanentes, no existe el regreso al origen, en el primer poema del libro hablo de eso”.

El ejercicio de la escritura y la poesía implica en sí un compromiso hacia un país y un continente y a la consulta de cuál es el suyo Juana Amada nos revela:

“Es una pregunta que constantemente me hago y me avergüenza la respuesta, porque creo que jamás hago lo suficiente. Veo a México en una agonía violenta, vaciándose de todo lo que antes lo enriquecía, asesinatos a periodistas, a mujeres, desapariciones forzadas, crímenes del narcotráfico. Veo a Cuba y a Venezuela con dictaduras. Veo a Honduras y Guatemala con pandillas. Veo la violencia política o social de Colombia o Argentina. Y veo toda la indiferencia, el menosprecio y la negación. Entonces veo a mi hija y me pregunto ¿qué estoy haciendo?”.

Finalmente pueden contactar con esta poeta y escritora para conocer sus avances en su blog http://lasraicesdelcielo.blogspot.mx/ y su cuenta Twitter @JuanaAmadaHdz.

El idioma de las luces

La gota de luz que pende de mi seno

alimenta a todo el cementerio de lámparas de aceite.

El grito de la oscuridad me desprecia,

pero aun así

siento cómo todas las noches me voy convirtiendo en una vaca.